Cuando hacemos una reforma o sustituimos nuestra antigua calefacción por una nueva, es normal preguntarse qué sistema será más eficiente o cuál encajará mejor con las necesidades de nuestra familia o nuestra vivienda.
Otra de las dudas habituales es si conviene instalar suelo radiante o radiadores.
Tanto el primero como los segundos pueden formar parte de sistemas de calefacción eléctricos o por agua. Sin embargo, el suelo radiante y la calefacción emiten y distribuyen el calor de manera diferente, y tienen características distintas.
Suelo radiante o radiadores: funcionamiento y comparativa
En la calefacción por suelo radiante por agua, la emisión de calor se hace gracias a un circuito cerrado formado por tubos que están embebidos en la placa de hormigón del suelo. Debido a esta característica, toda la superficie del suelo (o gran parte de ella) se convierte en un emisor de calor.
Una de las ventajas del suelo radiante es que puede funcionar con agua a baja temperatura, siendo perfecto para sistemas de aerotermia.
También existe un tipo de suelo radiante con resistencias eléctricas, una alternativa menos eficiente ya que su consumo de electricidad es bastante alto.
Respecto a los radiadores, pueden ser eléctricos o de agua: los primeros se conectan a la corriente eléctrica para funcionar, mientras que los segundos son elementos que emiten y distribuyen el calor procedente del agua que circula por ellos y que, a su vez, es calentada por una caldera de gas o una aerotermia.
Normalmente, para transmitir calor a una estancia, el agua del interior de los radiadores de aluminio o acero tiene que alcanzar una temperatura muy elevada.
Ya hemos explicado de forma básica el funcionamiento de ambos sistemas. Pero, ¿Cuál es el mejor en términos eficiencia o de reparto de calor?
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Eficiencia y ahorro
En principio, el suelo radiante es más eficiente porque funciona con un circuito de agua a baja temperatura (30-45º) mientras que con los radiadores de agua ésta debe calentarse mucho más para transmitir el calor a la estancia.
Por otra parte, y debido a su instalación bajo el pavimento, el suelo radiante tiene menos pérdidas y está más aislado. Si a esto sumamos la eficiencia de sus generadores térmicos (caldera condensación, bomba de calor…), podemos decir que el consumo energético del suelo radiante es más bajo que el de otros sistemas de calefacción convencionales, como los radiadores.
Reparto de calor
Uno de los principales «contras» de los radiadores es que no siempre reparten el calor de manera homogénea. En el caso del suelo radiante, es cierto que la temperatura del aire cercano al suelo es ligeramente superior a la temperatura del aire en la parte media-alta de la estancia, pero en líneas generales el calor se reparte de manera más uniforme y no se acumula en zonas puntuales.
Inercia térmica
Una de las grandes diferencias entre suelo radiante y radiadores es su inercia térmica, es decir, el tiempo que tarda en calentarse o en enfriarse el espacio una vez encendido el sistema.
Con el suelo radiante, la estancia puede tardar varias horas alcanzar la temperatura óptima, aunque el calor se mantiene mucho tiempo una vez apagado; con los radiadores, la estancia se calienta en menos tiempo pero pierde la temperatura más rápido una vez los hemos apagado.
¿Cómo elegir? Aspectos a tener en cuenta
Antes de instalar suelo radiante o radiadores en una vivienda también es importante valorar:
- Tipo de suelo. Aunque en el caso de los radiadores no es importante, la eficiencia del suelo radiante está condicionada por el tipo de pavimento. Su rendimiento suele ser mayor en los suelos cerámicos, ya que tienen mayor inercia térmica que la madera u otros materiales, lo que facilita el ahorro energético y económico.
- Presupuesto. La instalación del suelo radiante es más compleja que la de los radiadores: en el primer caso el proceso es rápido y muy sencillo, mientras que en el segundo es necesario incluir elementos como válvulas, tuberías, planchas, morteros, etc. Por eso el coste del suelo radiante es bastante más elevado que el de los radiadores.
- Uso. El suelo radiante se recomienda para viviendas que requieren calor uniforme y continuo, o para zonas geográficas frías donde conviene mantener una temperatura mínima durante el invierno. Los radiadores, por su parte, son una buena opción si quieres calentar las estancias por separado (por ejemplo, solo una habitación), si no pasas mucho tiempo en casa o para segundas residencias donde el uso de la calefacción es puntual, especialmente si se ubican en zonas templadas.
- Estética. El suelo radiante es prácticamente invisible y no ocupa espacio en la vivienda, lo que genera mayores opciones de diseño y decoración. Por contra, los radiadores ocupan una superficie física que tendremos que valorar para distribuir o amueblar la vivienda. Y es que, aunque podemos disimular su presencia escondiéndose tras un mueble o con el sofá, no conviene tapar los radiadores del todo para garantizar la correcta distribución del calor.